Es cada día más difícil convivir unos con otros, es casi imposible vivir sin rejas muros, garitas, en fin el problema más grande que tenemos que afrontar día a día es la convivencia de unos con otros. Yo me pregunto ¿dónde empezó todo esto? Cuando era niña la vida era tan diferente, al regresar del colegio jugábamos en las calles o en casas de amigos hasta que caía el sol. Si tus padres te miraban enojados no te atrevías a levantar la mirada del piso, jamás le levanté la voz a mis padres, ni ví jamás a mis amigos hacerlo, la gente respetaba la propiedad ajena, se saludaban con aprecio y respeto, un trato se sellaba con un apretón de manos y se respetaba más que los que ahora se firman ante un abogado pero queda siempre la "letra chiquita". ¿Cuándo perdimos este paraíso?
Creo entender que todo empezó dentro de las cuatro paredes de nuestras casas, en nuestros hogares, siendo permisivos con nosotros mismos y con nuestros hijos, no poniendo freno a nuestra lengua y pasiones, no enfrentando nuestros problemas con valentía sino recurriendo a drogas o alcohol, para mitigarlos u olvidarlos, no "molestando" a nuestros hijos con confrontaciones necesarias, permitiendo a nuestra pareja palabras hirientes e insultos que llevan a la violencia, que más tarde se convertiría en el patrón de relación dentro de la familia y después en las familias de nuestros hijos.
Sí, todo comenzó en casa y es ahí donde debemos corregir los errores, con la ayuda de Dios, cuando aún estamos a tiempo, perdonando, pidiendo perdón, cambiando de rumbo poco a poco, día a día, retomando nuestra identidad, respetándonos a nosotros mismos y haciendo que otros nos respeten y a lo mejor podremos vivir en nuestra casa como en un oasis, un lugar al cual los tuyos deseen regresar cada día y los amigos quieran visitar. Que en casa podamos reponer fuerzas para enfrentar lo que nos depara el diario vivir.
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