jueves, 19 de septiembre de 2013

LA MESA ESTÁ SERVIDA

¡Pasen al comedor, la cena y los recuerdos nos aguardan!
Escudriñando en los recuerdos, me doy cuenta que los que realmente atesoro y que han impactado mi vida, siempre están de alguna manera relacionados con una mesa servida abundantemente, una piscina bulliciosa, un jacuzzi burbujeante y listo para las confidencias, una mesa de dominó o canasta, un carro repleto, un bote curricaneando en espera de que caiga un pez gordo, mamoncillos en la playa, juegos en la arena, bodas y cumpleanos divertidos, cafecito con acurrucaditos mañaneros, bulla, risas, drama, peleas, fiestas, lecciones de vida, reconciliaciones, flores, música, baile y amigos, enamorados, novios, ésto desde que tengo uso de razón fue, es y será siempre, mi familia. 

Cuando pienso en los Amaro, no puedo evitar recordar la casa-finca de mis abuelos en el Cotorro, destino dominical de toda la familia paterna, donde los hombres jugaban dominó, las mujeres canasta, y los primos nos separábamos en grupos de acuerdo a las edades, para jugar, otros para filosofar y otros para cortejar, porque aún los que aspiraban a la mano de algún Amaro, no se podían escapar del destino dominical. Hoy entiendo el fruto del sacrificio que hicimos todos por mantener la unión familiar, porque aunque no podamos vernos en años, el amor por los primos, sus hijos y nietos, está ahí, en nuestra memoria y corazones.

Cuando pienso en los González, mis recuerdos se escapan a la finca de mi abuelo Justo, donde aprendimos a montar caballo, oímos los cuentos del abuelo, sus anécdotas, conocimos sobre de la guerra de independencia, de las costumbres de los haitianos que vivían en la finca, recuerdo con nostalgia la casa de mis tías donde veía a los primos más pequeños y los Oscarito, el grande y el chiquito, la casa de mi prima Nery y su colección de muñecas. 

Las playas cubanas me hacen recordar al tío Pancho que se gozaba en llevar hijos y sobrinos a disfrutar de ellas. Recordar a mi padre es pensar en el punto guajiro, el dominó, en impecables guayaberas blancas, en el mar, en su bote, en pescar, en camiones, en los interminables y frecuentes viajes por carreteras, sus antiguas pasiones hoy son parte de nuestro recuerdo y las pasiones de mami, la cocina, pulcritud, los juegos de canasta y nosotros su familia, hoy son parte de nuestra identidad, somos prolongación de nuestros ancestros y sus pasiones en la vida se convirtieron en las nuestras.

Dejar un legado y tradiciones requiere mucho sacrificio, mucha entrega, pero se convierten en el recuerdo de los que nos siguen, en su historia, imagino el sacrificio de mis abuelos en abrir las puertas de su casa cada domingo para recibir a tantos hijos y nietos, pero el trabajo físico que les ocasionaba, era recompensado con creces, por la bendición que dejaban en nuestras vidas. 

Si hay algo que siempre disfruté y aún disfruto es el tiempo que pasamos con nuestros hijos y ahora tambien con nuestros nietos, cambio cualquier cosa por verlos compartir felices unos con otros, nuestras idas al puerto y viajes, sé que los hacen remontarse al tiempo de su niñez. Sí, es cierto que tenemos que sacrificar mucho por el bien de la familia, el orgullo, preferencias, reuniones sociales, amistades, comodidad, descanso etc... pero el paso de los años nos enseña que lo que cuenta en tu vida es la familia, los tiempos vividos juntos y los amigos que han perdurado, siendo parte de ella.

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