Cuando perdemos a alguien que amamos o perdemos algo de valor para nosotros, por ejemplo; una relación, la salud o nuestra confianza en alguien, comienza en nosotros un tiempo de duelo, un tiempo de adaptación emocional ante la pérdida, un tiempo en el que diferentes sentimientos batallan en nuestro interior, esperando cada uno de ellos salir airoso de la contienda, el bien y el mal hablan a nuestro oído, diferentes emociones se despiertan tratando de encontrar un culpable a quien devorar, nuestra mente se debate en un caos y necesita reposo, un descanso, un tiempo de luto, un punto y seguido hasta que nuestro verdadero carácter tome, poco a poco sin correr, nuevamente las riendas de nuestra vida.
Después de una pérdida importante, nunca más seremos los mismos, pero está en nosotros salir victoriosos de la batalla, logrando ser mejores personas que lo que fuimos antes de ella.
Una lucha de pasiones, saca a la luz nuestro verdadero yo, nuestros valores y principios, con pérdidas y ganancias que darán paso a nuestra nueva identidad, que puede empeorar ó mejorar, todo depende de nosotros, de lo que queramos vivir en nuestra vida, un luto permanente o un renacer a una vida mejor.
En el tiempo de duelo no es bueno tomar decisiones que seguramente no serán acertadas, porque en ese momento estamos de acuerdo con el contendiente que esté ganando la batalla de el día, por ejemplo si es el odio optaremos por la venganza y ésta, no traerá paz.
Muy buena reflexión, porque está compartida en momento de serenidad.
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