De nuevo en mi blog, mi pobre blog esperó años por mí para desempolvar memorias y dar vida a nuevas historias o poesías.
Pienso en lo rápido que pasa la vida, cada vez se hace más difícil mantenerse útil, la ciencia vuela y tú sólo aprendiste a caminar, ya no enseñas a tus nietos, ellos te enseñan a ti, pero siento que si hay algo que aún puedo enseñarles, necesitan oír de una niñez diferente, la niñez que yo viví. Tiempos donde jugar en la calle no era peligroso, más bien, era una bendición compartir riendo, peleando, y a veces hasta llorando con tus amigos de siempre, un tiempo donde a las doce del día todo se detenía para regresar de tus tareas cotidianas a casa, oír en el colegio el timbre de mediodía, era música para tus oídos, "hora de ir a almorzar, algo maravilloso que esperabas con ansias”
Papi y mami también hacían un alto al trabajo para oír a sus hijos, nada era más importante que compartir unos con otros, ningún celular interrumpía esos momentos en familia. En esa mesa se dejaba todo a un lado para disfrutar juntos, el tiempo se aprovechaba para recargar fuerzas y aclarar dudas, vivíamos más despacio, pero nos rendía más el tiempo. Espera, ¿cómo que rendía más el tiempo si muchos hasta dormían una siesta? (léase, palabra casi obsoleta de tiempos ancestrales) ¿cómo era esto posible, si teníamos dos horas para “desperdiciar” junto a la familia y relajar el cuerpo? Para todo hay una respuesta, En ese tiempo tus padres no vivían presionados por las tarjetas de crédito, a nadie importaban los vestidos de diseñadores ni carros del último modelo, si los tenías bien y si no también, te ponías un vestido mil veces sin que eso te sintiera sentir mal, las cosas se valoraban, no eran desechables, la familia tampoco lo era, la familia era invaluable, igualmente el tiempo que disfrutaban juntos, lo entiendo porque lo viví. Pero tú, joven de hoy, no podrías entenderlo, la verdad, ni siquiera te interesa hacerlo, tiempo en familia ¿para qué? Si cuando se reúnen, los que aún lo hacen, están enfrascados en sus "juguetes” viviendo un mundo de redes fantástico pero irreal, un mundo que han creado para destruir lo más sagrado que Dios instituyó desde un principio, la familia.
Hoy, para muchos, los hijos roban nuestro tiempo y dinero, no deben venir a este mundo y los ancianos estorban, son inútiles, no entienden nada. Si entendemos, pero por un amor mal entendido nos quedamos callados y vemos este mundo desmoronarse por la falta de una familia. Los principios, valores y moral, son cosas del pasado. El poder de la familia es la seguridad de saber que no estás solo en esta lucha y si tu familia estuviese fragmentada por el egoísmo que hoy vivimos, créeme, siempre hay alguien que te quiere escuchar aunque ese alguien sea un viejo "inútil “ pero que conoce la importancia de un abrazo, un apretón de manos, o simplemente, de un oportuno consejo. Todavía el ser humano necesita el calor que sólo alguien como él le puede ofrecer.
Siempre he entendido la importancia de la familia, me negué a muchas cosas que en mi juventud me encandilaron, cosas que sin ser malas apartaban mi mirada del objetivo trazado, el bienestar de mi familia, hoy puedo decir que valió la pena, mis manos nunca estuvieron quietas ni vacías, ó acariciban cabecitas en mi regazo, ó en ellas se escondían otras pequeñas esperando ser conducidas en el desconocido camino de la vida. Fué en aquel entonces que descubrí que mis prioridades siempre serían Dios y mi familia. ¿Has pensado cuáles o quiénes son tus prioridades? Hay prioridades cambiantes sujetas a las circunstancias del momento, pero hay otras que siempre estarán ahí, esperando recibir tu atención y amor.
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